En una sociedad marcada por la inmediatez, el ruido o las prisas, se hace difícil encontrar momentos en los que reflexionar sobre temas que suelen escapar a nuestro razonamiento.
Si condensamos la historia de la Tierra en 24 horas, se pone de manifiesto la breve existencia de la humanidad. Apenas han pasado veintitrés horas, cincuenta y nueve minutos y veintitrés segundos desde la aparición de los primeros homínidos, o lo que es lo mismo, de los mil cuatrocientos cuarenta minutos que componen un día, los humanos llegamos hace poco más de un minuto. Cifras que todavía resultan más insignificantes al mirar al cielo.
La elaboración de Penumbra nos ha ofrecido la posibilidad de disfrutar del silencio de la noche, interrumpido únicamente por la señal del autodisparador, el sonido del obturador o el ulular del viento. A lo largo de esas sesiones, la visión del cielo hizo que recabáramos información que pudiera ayudarnos a entender lo que como observadores acontecía sobre nuestras cabezas. Cifras que hacen patente la insignificancia del ser humano.
Las galaxias se clasifican en cuatros tipos según sus formas: elípticas, lenticulares, irregulares y espirales. La Vía Láctea pertenece a las de tipo espiral, y posee cuatro brazos principales que nacen desde su centro: el brazo de Norma, el del Escudo, el de Sagitario y el de Perseo. Nuestro Sistema Solar se encuentra en una zona periférica situada entre el brazo de Sagitario y el de Perseo, girando en entorno a la Vía Láctea, en una órbita que dura aproximadamente doscientos cincuenta millones de años, lo que se denomina año galáctico. Según estimaciones nuestro sol únicamente tiene dieciocho años galácticos o lo que es lo mismo cuatro mil quinientos millones de años.
Lo que denominamos centro de la Vía Láctea tiene una anchura de novecientos años luz por setecientos años luz de altura, lo que significa que para cubrir un hipotético viaje por la zona más clara que aparece situada sobre el muro, a la izquierda del árbol, serían necesarios emplear setecientos años a una velocidad similar a la de la luz.
En su interior, la Vía Láctea posee más de doscientos mil millones de estrellas, de las cuales desde la Tierra únicamente alcanzamos a ver el 0,000001% o lo que es lo mismo, una millonésima parte, y, en torno a esas estrellas, se calcula que orbitan entre cien y doscientos mil millones de planetas.
Ante tales cifras, nuestras vidas llenas de prisas y compromisos posiblemente signifiquen una minúscula gota de agua en un océano, que demuestran lo efímero de nuestra existencia.